…Y esto fue siempre así, aunque últimamente no hay momento en que no me plantee el hecho de que hace ya demasiados años que vivo en este país.
Ojo, amo Argentina. Es lo mejor que me pasó hasta ahora. Obviamente que todos los lugares donde he vivido me han marcado de una forma u otra, haciéndome la persona que hoy soy, pero aquí hay un yo no se que, que qué se yo que me ha alimentado el espíritu durante mucho tiempo.
Quizás esta necesidad de irme se deba a que el “cambio” siempre ha sido el común denominador en mi vida. Mis mudanzas han marcado el fin de una etapa (¡como para que no sea así!), obligándome a replantear todas las cosas que uno da por supuesto. Siempre he salido “más entera” de las grandes transiciones.
Puedo decir que un buen cambio que tuve -y justo cuando fue necesario- fue le el irme de Santiago al terminar la secundaria. Aunque haya sido perfecto para pasar la niñez, las necesidades y lo que uno espera de su entorno cambia a medida que se crece. Santiago, más allá de sus grandes defectos sociales, me dejó correr a la siesta en patas y jugar al carnaval chiveando a lo loco. Disfruté mucho mi niñez “a lo indio”; y no se da eso en muchos lugares, más por los peligros que perciben los padres (y que probablemente estén) que por el espíritu aventurero del chico.
Allí viví desde los 10, y me vine a Córdoba a los 18. Si no hubiera sido por eso, ya estaría por las paredes, como esos leones que se pasaron la vida dentro de una jaula del zoológico y se les empiezan a notar las taras. Córdoba me dio una oportunidad para empezar de cero en un nuevo lugar, con la seguridad de que estaba a 6 horas de mi familia. Me dio amistades que siento que van a ser de por vida, me dio la libertad necesaria para aprender de mis errores, me dio educación, me dio (algo de) cultura... Fue aquí donde aprendí a manejarme sola, fue aquí donde aprendí a abrirme al cariño de la gente (esto NO es mentira, a mí me costaba horrores recibir un abrazo, mucho menos dar uno que se sienta sincero). Esta ciudad supo sacar en mí cualidades que estaban latentes... Pero siento que Córdoba, aunque probablemente sea siempre la ciudad que más voy a amar en este mundo, me está empezando a quedar chica. Quizás más adelante en la vida vuelva a ser donde yo necesite estar… ¿Quién sabe?
¿Qué me hizo saltar tan repentinamente con esto y exteriorizar esta necesidad? El sábado se juntó como siempre la Dany con amigos a hacer una previa antes de encarar para Cuernavaca (el boliche, no la ciudad). Yo, en todo esto de que hace frío que estoy en épocas de finales, ni considero la posibilidad de salir. Como de costumbre, cuando empieza a llegar gente prendo mi botón ermitaño y me encierro con la compu. Es mi rutina: llega gente y asomo la puerta de mi pieza para que no se vea que por aquí pasó un tsunami (Sí. En esas condiciones se encuentra mi habitación). Cuando ya veo que llegaron todos, hago acto de aparición, saludo, interactúo un poco con la gente, chistes van, chistes vienen y cuando menos lo notan me vuelvo a encerrar. Total, son los mismos de siempre y ya saben como soy. Esta vez, escuché voces nuevas.
Cuando por fin junto fuerzas para salir -no sin antes chequear el estado de mi pelo en el espejo (bueno che… había gente que no conocía, que no está preparada para la “Danshu al natural”)- me encuentro con que la Ale había traído consigo a dos alemanes. Chiquitos, 20 y 22 años. Si hay algo a mi me encanta, es hablar con gente que viene de otro lugar. Ante la mirada asombrada de la Dany, me acomodé en una de las sillas del living-comedor y empecé a interactuar efusivamente con los chicos.
Me sorprendí con las cosas que contaban… pero mayor sorpresa fue mi propia sorpresa ante sus relatos (redundante pero válido). Tengo un ligero recuerdo de que antes, cuando gente de afuera me hablaba de “lo diferente que son las cosas en otro lado” no me asombraba ni me maravillaba, ya que eran cosas que las daba por hecho. Sabía que lo que me rodeaba no era una “verdad absoluta”. Mi desconcierto pasó por caer en cuenta que ya no concibo hasta qué punto llegan las diferencias culturales con otros países, aparentemente tengo decantada en mi persona y demasiado embebida la realidad argentina como la “única posible” para el país. “Las cosas son así”. Como que el haber vivido fuera siendo demasiada chica está poniendo a prueba mi memoria. Obviamente que en mi discurso siempre se va a notar cuál es mi “postura oficial” con el tema. “Yo se” que las cosas son diferentes en otros lugares, “yo se” que la Argentina es como es (buena y mala) por distintos factores sociales e históricos, “yo se” que hay otras formas de encarar la vida, “yo se, yo se, yo se”… ¡Lo que no se es cómo… qué! Ahí es donde está el meollo de la cuestión, la verdad de la milanesa. Y eso es justamente lo que necesito averiguar. Necesito teñirme de otras filosofías de vida, paradigmas si se quiere…
¡¡¡NECESITO VIAJAR!!!
Y para cortar un poco con el ambiente pesutti de mi monólogo, les propongo ver hasta qué punto todo mi obsesión por irme es cierto, con un simple click “aquí”
Mentira. Aquí. 4 minutos y 3 segundos de tortura. Que lo disfruten.
Saludos.
4 comentarios:
Termina tu carrera, mierda, después vas a poder viajar todo lo que quieras.
ESTUDIA ZORRA, SE TE VIENE EL 16 ENCIMA.
Mmmmm se nota q el frio, el cielo gris, dos alemanes de intercambio, una flor que se cae, una paloma con cuello ortopédico y un tema franela te hicieron replantear muchas cosas... pero que no te confundan...
:)
Izíkiel
WOW
Dos personas que lo leyeron de "pe a pa"! Esto es de no creer.
Algo debo estar haciendo bien :O
el tema es este
http://youtube.com/watch?v=d-rHi7d2K98
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